El dolor que nos lleva a Cristo

Pasos Audaces en esta semana

“Cuando oyó hablar de Jesús, se acercó a él por detrás entre la gente y tocó su manto. Pensaba: «Si logro tocar siquiera su manto, quedaré sana».” (Marcos 5:27–28).

Dar “un golpe de talón” es darle un ligero golpecito con los talones cuando montamos un caballo. Es una forma de animarlo a avanzar o, incluso, ir más rápido. Los caballos están entrenados para responder a las señales de sus jinetes, y el “golpe de talón” es una de esas señales.

Así como un caballo responde a este ligero toque para avanzar, el dolor puede ser un catalizador en nuestras vidas, ya que nos impulsa a actuar, a menudo más rápido de lo que deseamos. El dolor, ya sea emocional, físico o espiritual, crea una sensación de urgencia en nuestras mentes y corazones. Al creyente, lo obliga a tomar una decisión: ¿Permitiremos que nos empuje hacia Dios y recibamos Su sanidad y consuelo? o, al contrario, ¿huiremos con miedo, ira y confusión?

En Marcos 5, encontramos a una mujer que había estado sufriendo durante doce años a causa de constantes hemorragias. Su dolor no era solo físico. También era fuertemente emocional. Según la ley judía, esta mujer debía estar aislada. No podía participar del culto comunitario ni de reuniones sociales. Habiendo gastado todo su dinero en médicos sin resultado alguno, también sufría en soledad la desesperanza.

Pero a pesar del dolor, algo cambió en su corazón. Cuando escuchó acerca de Jesús, respondió con fe. “Al oír hablar de Jesús, se acercó a él por detrás entre la multitud y tocó su manto” (Marcos 5:27). Esta mujer no huyó de Jesús en su dolor, corrió hacia Él. Y en ese momento, Jesús respondió. Su fe, incluso en una forma pequeña e inadvertida, fue suficiente para su sanidad.

En nuestras vidas, el dolor tiene el potencial tanto de alejarnos de Dios, como acercarnos a Él. Muchas personas hoy huyen del dolor, huyen de Dios y huyen de la verdad. Recuerda que tu dolor no tiene por qué alejarte de Jesús. La fe a menudo nace en momentos de desesperación. No necesitas tener todo resuelto. Así como esta mujer creyó que un simple toque podría sanarla, puedes acercarte a Jesús con fe, ahora mismo.

No estás ni demasiado quebrantado, ni demasiado avergonzado o ni totalmente perdido para que puedas sentir su leve, pero poderoso, toque.

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